miércoles, 27 de marzo de 2013

DE LA ANTIGÜEDAD HASTA EL S.XIX

En el siglo II a.C. los romanos tomaron Cartagonova (Cartagena) con ayuda de combatientes especializados en natación y buceo Es por entonces, hacia el año 125, cuando se tienen las primeras noticias de la actividad de buceadores en España.

Hacia el siglo XIV y ante los posibles riesgos de varada (averías propias de esa circunstancia), vías de agua por otras causas y recuperación de anclas y otros objetos de los buques de la Armada Real Española, se incluye como dotación de las unidades navales hispanas a buceadores que hacen inmersiones a pulmón.

En el transcurso de los siglos XV a XVI, la Armada crea la flota de corso y buceo, con el objeto de recuperar los galeones y el cargamento perdido por naufragios en el Caribe.

Ya entre los siglos XVI y XVII comienzan a aparecer los muchos ingenios que permiten a un hombre permenecer bajo el agua durante un tiempo limitado, más bien corto.



Estos ingenios consistían principalmente en campanas, más o menos grandes, que con ayuda de puntales a modo de grúas y lastradas con piedras o pesos, se sumergían en el mar con un hombre en su interior. El tiempo de inmersión estaba limitado por la capacidad de aire de la campana, por lo cual la profundidad no podía ser mucha.
Esencialmente era una campana, a la que se le instalaba un grifo para purgar el aire viciado hacia el exterior, mientras entraba aire fresco procedente de barriles lastrados. Disponía además de un tubo por el cual, él o los ocupantes de la campana, podían comunicarse con la superficie.

En el siglo XVII aparece la campana de Edmund Halley*, el descubridor del famoso cometa.
La campana era una más, pero disponía de alguna innovación por la cual, el tiempo de permanencia a profundidad podía prolongarse.



El primero de estos dispositivos fue usado por Halley hacia el año 1690. Halley, acompañado de cuatro compañeros, pudo permanecer durante hora y media a 18 metros de profundidad, todo un récord de permanencia en aquel tiempo.

Campana de Halley* (1690). Campana de madera forrada de plomo convenientemente distribuido para permitir su hundimiento durante la inmersión. Con forma troncocónica. En la parte superior disponía de un cristal para facilitar el acceso de la luz al interior, mientras que en la parte inferior una plataforma, separada un metro del acceso a la campana, quedaba suspendida de tres cuerdas con un peso en cada extremo de cincuenta kilos para mantener fija en el fondo o suspendida del mismo. Su innovación frente a anteriores campanas estuvo a dotar de un sistema rudimentario de alimentación de aire en el interior de ésta.



En el año 1689 Denis Papin, inventor de la máquina de vapor, tuvo la idea de construir una bomba de aire para alimentar las campanas de buzo. Dicha bomba enviaba aire a la campana, escapándose aquel por el borde inferior de la misma a cualquier profundidad. El suministro constante de aire permitía a los buzos permanecer durante un tiempo indefinido de inmersión, lo que representó un avance importante.

En el año 1715, John Lethbridge idea una especia de receptángulo para sumergirse, en cuyo diseño se basan la máquina de buzo de Rowe y la campanabu de zo de John Watson, artilugio que Watson patenta en 1903




Es a partir de la segunda mitad del siglo XVIII, cuando los dispositivos para el buceo progresan con rapidez.

En 1775 se perfeccciona la campana de Halley, a la que se le añade una cámara superior provista de grifos (que permiten el llenado de agua de dicha cámara), que hace las veces de lastre al llenarse, y que ayuda a subirla cuando dicha cámara (con ayuda del aire viciado) se vacía de agua . En 1788 se dota a la campana de un tubo para suministrar aire desde la superficie, con ayuda de una bomba. A partir de ese momento las ideas se suceden con rapidez, dando lugar a la invención de nuevos dispositivos que van haciendo al hombre cada vez más independiente, y le permiten permanecer más tiempo sumergido. Antes, en el año 1787, en España se crean lo que son las más antiguas escuelas navales de buceo del mundo.

1 comentario:

  1. Interesante cuanto menos, quizás se echa en falta alguna anécdota divertida de la evolución histórica del buceo, que seguro que habrá...

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